lunes, 9 de enero de 2012

"DRIVE" (2011) de Nicolas Winding Refn

Título original: Drive. País: Dinamarca. Duración: 102 min. Género: Cine negro. Fotografía: Newton Thomas Sigel.
Interpretación: Ryan Gosling, Carey Mulligan y Christina Hendricks.

Después de todo el cine que estos ojos han visto y cuando creo que ya nada puede sorprenderme, aparecen obras de arte como "Drive", que te dejan sin respiración. Nicolas Winding Refn, otro "enfant terrible" del cine danés, deslumbró en el Festival de Cannes con esta original propuesta y demostración de excelente realización, no en vano, ganó el premio a la mejor dirección. "Drive" es cine negro del siglo XXI: oscuro como "Blade Runner", romántico como "In the mood for the love", salvaje como "Kill Bill" y delirante en la velocidad como "A todo gas". Ryan Gosling encarna el papel del "chico", un circunspecto y excepcional personaje, frío como el hielo, pero que puede querer hasta el infinito. De día trabaja como especialista en escenas de acción de coches pero también de mecánico. De noche, para darle un poco de emoción a su anodina vida, se vende por horas para hacer de chofer de ladrones con la "conditio sine qua non" de que a los 5 minutos los abandonará a su suerte. Todo esto cambia cuando conoce casualmente a su vecina, una encantadora Christina Hendricks que tiene un hijo de un marido preso. La química pasional aflora en un segundo en las miradas, en las sonrisas, en los roces y sobretodo en la entrega paternal, tierna y preclara. Eros y Tánatos, hielo y fuego se funden en una segunda parte donde el salvar a lo único que ha querido en la vida y que le ha dado sentido a ésta, lo convierte en el defensor más cruel y a la vez más sereno de la historia del cine de los últimos años. Visceral, sanguinario y nórdico, el director nos escupe con toda la virulencia del cine "neo-noir", donde la hemoglobina se hace indispensable, entre encuentros destinados a la muerte de uno de los interlocutores e imágenes cenitales de la ciudad. Esta dicotomía que electriza al cinéfilo se demuestra en la escena del ascensor, donde uno de los besos más tiernos jamás filmados deviene en una escena "trash" de odio que descoloca a la amante y al espectador. Una película magnética, que te atrapa, te lleva a su terreno para acariciarte y luego empujarte hasta el límite de una cuerda que puede romperse. Entenderé a aquel que la odie profundamente. A mí me gustaría odiarla, pero no puedo.
Puntuación: 9,4

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