Título original: War Horse. País: Estados Unidos/Reino Unido. Duración: 146 min. Género: Drama. Fotografía: Janusz Kaminski.
Interpretación: Jeremy Irvine, Peter Mullan, Emily Watson y David Thewlis.
Quizás me tachéis de oportunista o de comercial, pero no he podido evitar enamorarme de este producto Spielberg pensado para los Óscars 2012 y con más motivo cuando encima ha sido ninguneado por la academia. Pero ya sabemos que los buenos filmes no son siempre laureados con grandes premios.
Cuando yo ya tenía mis serias dudas sobre la calidad de Spielberg en sus últimas películas y después de productos tan heterogéneos como los vistos en los útlimos años, la calidad, la belleza y el espectáculo surgen de nuevo de la mente de este gurú que cambió el concepto del cine en los años 80 del pasado siglo. A lo largo de su carrera el todopoderoso cineasta de ascendencia judía ha tocado muchos palos: para todos los públicos como "E.T.", bélico en "Salvar al soldado Ryan", histórico en su "La lista de Schindler" o de animación como en "Tintín".
Si pudieramos hacer un cóctel con todos estos ingredientes que vamos a llamar "War horse" y lo pudieramos servir en una elegante copa podríamos saborear esta película con fruición, porque la exquisita ambientación rural, la cambiante pero rutilante fotografía y la sucesión coral de los protagonistas es antológica... y no hablemos del caballo de marras. Sublime el cariño con el que trata esa relación de amistad/devoción entre el muchacho (el nuevo Ethan Wawke del siglo XXI y llamado Jeremy Irvine) y ese caballo fiel a su amigo, que batallará por salvar la familia que lo ha acogido, cuidará de su madre hasta el final en plena contienda y se mostrará como héroe de guerra de la I Guerra Mundial, en esa pasión patriotera y exacerbada que los directores americanos conservadores siempre presentan en sus cintas.
Ante la previsibilidad de los acontecimientos la película pierde cierto peso, pero las diversas aventuras que corren los personajes alrededor del pura sangre Howie no tienen desperdicio, como el de la adolescente francesa. Un mosaico de situaciones con el denominador común y el testimonio silente de ese equino de gran fuerza física, mirada noble y fidelidad extrema. Una hermosa película ideal para pasar una tarde de domingo en familia. Atención a ese final a lo "Raíces profundas" donde sobran las palabras y la fotografía se convierte en la auténtica protagonista. Verla es quererla.
Puntuación: 8,3
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